¿Qué sería del día sin la noche?
¿Qué sería de la primavera sin el invierno?
¿Qué sería del ritmo sin el silencio?
¿Qué sería de los encuentros sin las despedidas?
Nos encontramos en la temporada más calurosa del año, el sol hace gala de su poder y calienta el ambiente a altas temperaturas, aunque para la mayoría de nosotros conocidas, nos resultan agobiantes.
El verano está en su pleno apogeo, los árboles y las flores dan cuenta de ello, resurgen después del intenso frío, y por un momento solemos pensar que durará para siempre, olvidamos que es solo un ciclo, y que en octubre comenzará a amanecer fresco, y esos frondosos árboles, perderán sus hojas, y dejarán ver sus ramas, preparándose para el invierno, protegiéndose, por que saben que el verano volverá después de la primavera. La naturaleza sabe de ciclos, está hecha de ellos. Nosotros somos parte de ella. La diferencia es que ella no razona, solo simplemente, continúa su ritmo. Floración, sequía, pausa y renacer. Una espiral interminable, que sigue su curso sin que podamos evitarlo.
En ocasiones deseamos detener el tiempo, o acelerar el paso. Cuando estamos en un momento de felicidad, evitamos que termine y dejamos de disfrutarlo entretenidos en alargarlo. La juventud tiene esta apariencia, unos corren por ser adultos y otros parecen no darse cuenta de que terminó.
El niño quiere ser joven, y el joven quiere ser adulto, y el mayor quiere ser joven otra vez.
Entre más tratemos de extender una etapa, más difícil será pasar a la siguiente, y abrirnos a un nuevo florecer. Somos parte del ciclo de la naturaleza. Aunque a veces sea difícil de entender, cada etapa tiene su tiempo y propósito.
Cuando los ciclos terminan solemos rehusarnos a seguir, y nos aferramos al último peldaño, inventamos miles de argucias para continuar en esa etapa y evitar el cambio, que previo nos coloca en un estado de vacío que nos causa angustia, perdiendo de vista que la naturaleza requiere de ese vacío, para volver a renacer.
¿Qué sería de la vida, si por miedo, por “amor”, por “seguridad”, nuestra madre se hubiera aferrado a nosotros en su vientre?
Es preciso volver a lo básico, confiando que somos parte de la naturaleza, permitiendo que los ciclos transcurran. Después del cielo encapotado, amenazante, viene un nítido azul cristalino. Después de la despedida y el vacío, vendrá un nuevo encuentro.
Para cerrar ciclos:
- Vive en el momento, sí, el momento presente. La vida se compone de momentos.
- Agradece, te coloca en un mejor sitio para recibir.
- Los momentos de vacío, también agradécelos, se está forjando algo, y si estás en modo agradecer, seguramente lo puedas recibir de mejor forma.
- Deja de aferrarte al momento de esplendor, disfrútalo, pero libérate de la idea de que es para siempre, seguro pasará, solo disfrútalo.
- Las pausas también vívelas, es momento de agarrar aire.
- Y en las despedidas, despídete, olvídate de jalonear y evitarlas, solo vívelas, de pie o lo mejor que puedas, agradece lo que hubo, lo que fue, y deja ir. En el fondo sabes que un nuevo renacer vendrá.
La vida es ahora!
Georgina Ruiz Mendoza, Psicóloga, Tanatóloga.
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